Deriva el nombre de la antigua hacienda llamada así porque en sus estanques destacaba esta planta; también fue conocido como la Cuesta de Platanillo.
Por: Antropólogo Gerardo Sámano
La hacienda funcionó hasta los años 20 del siglo pasado cuando al terminar la Revolución Mexicana los dueños huyeron y las propiedades de la misma se convirtieron en ejido. Uno de los encargados, Moisés Giles se tomó la atribución del reparto posterior alrededor del casco de la hacienda y de la venta del equipo de la molienda cañera a su pariente Ciro Silva, quien la instaló en lo que hoy es el domicilio de la familia Sámano Díaz, abajo el legendario árbol de los colgados.
No se tiene datos de su fundación, pero tiene antecedentes prehispánicos desde los olmecas y la cultura Mezcala, entre 700 y 230 a. C., a juzgar por los hallazgos de figurillas de este tipo manufacturadas en piedra; hubo varios sitios poblacionales cerca de los manantiales, en el punto conocido como Santa Adelaida (donde vivió Abacúc Sámano).
A la llegada de los españoles se habilitaron dos rutas para comunicarse con México, pasando por las minas de Taxco, o siguiendo las ventas o posadas para los arrieros, que pasaban desde Tepecoacuilco, y después por Platanillo, La Cumbre, la Venta de la Negra, hasta la Hacienda de Zacapalco y Santa Fé; de ahí a Amacuzac, Puente de Ixtla y Cuernavaca para llegar a la capital de nuestro país.
Platanillo era un pueblo de paso por el Camino Real y lo consignan los relatos de José Joaquín Fernández de Lizardi que para 1808 se refiere a él en su novela “El Periquillo Sarniento”, como la Cuesta de Platanillo; antes de iniciar la Revolución de Ayutla (1854), Antonio López de Santa Anna descansó en ella antes de llegar a Iguala en febrero de dicho año. Otras fechas importantes como 1902, para el paso del minero escocés William Niven quien fotografió el pueblo entre las cascadas y el casco de la Hacienda.
En el contexto de la Hacienda, fines del siglo XIX y principios del XX, se avecindaron familias que ahora se llaman criollas, como los Giles, Silva, Molina, Ayala, entre otras.
Después llegarían, al terminar la Revolución, otras familias, como los Sámano, pues si no me equivoco llegaría la Tía Ventura Sámano y con ella los hermanos Nicolás y José, los Martínez, los Bello, los Silva (que adoptaron el apellido), con su abuelo Fernando, que eran originarios de Alpoyeca (Morelos); los Colín, venidos de Tuxpan, los Díaz (de oficio panaderos), de la ciudad de Iguala, barrio de San Juan; los Salinas, los Sánchez, aunque no se tienen fechas exactas…
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