Dirigida por el reconocido director Tim Burton, narra la historia de Margaret Keane (1927), una pintora estadounidense conocida
El séptimo arte traspasa ese enigma para ahondar en sus historias personales, las cuales han inspirado grandes películas.
SANIDAD, ABUNDANCIA, FELICIDAD, ALEGRÍA, AMOR por Amílcar Venegas Cisneros
Dirigida por el reconocido director Tim Burton, narra la historia de Margaret Keane (1927), una pintora estadounidense conocida
El dato respecto a la asunción de los nuevos mandatarios estatales, pareciera irrelevante, ajeno al reto del retorno a clases. No es así. Al menos es una desventaja para atender como debieran el llamado del presidente de la República y la SEP. Son gobernadores electos, pero sin el poder que da la investidura. Los que tienen la responsabilidad institucional de hacer lo que corresponde, son los gobernantes y secretarios estatales de educación en funciones, que están por entregar y luego por supuesto tendrán que retirarse. Precisamente ese es el problema en estos momentos.
Los próximos, carecen de facultades legales y los que están por irse, pueden decir lo que quieran, pero en sí les falta ánimo, interés político y sobre todo carecen de recursos para atender las contingencias de los planteles escolares. Saben que por algo los ciudadanos decidieron no votar por los candidatos que perdieron. Bajo esta circunstancia, llamamiento y argumentos de López Obrador para retornar a las clases presenciales, sustentados en la experiencia internacional y las recomendaciones de la Unicef para que la niñez y los jóvenes no continúen sufriendo problemas derivados del prolongado confinamiento ante la falta de socialización y convivencia que prodiga el ambiente escolar, además del retraso en los aprendizajes, simplemente no tienen eco o éste se distorsiona en casi la mitad de territorio nacional. En Chiapas, Oaxaca y Ciudad de México no habrá alternancia, pero la presencia de maestros de la CNTE en esas entidades, cuya estrategia de movilización con o sin pandemia, no cambia ni da tregua, contribuye eficazmente a la incertidumbre.
Ejemplo claro lo tenemos aquí en la entidad. La secretaria, Delfina Gómez Álvarez, informa que han tenido reuniones con los secretarios de educación de los estados para valorar la situación y tomar los acuerdos pertinentes para que el regreso a las aulas sea previendo y cuidando a los alumnos. Consultar a los maestros y los padres de familia ha sido la recomendación. Sin embargo, ¿cuál ha sido la respuesta del titular de la SEG, Heriberto Huicochea Vázquez? Quien lleve algún registro de las declaraciones del funcionario, constatará que no se corresponden a las líneas de los acuerdos a nivel central. Mientras allá dijeron: aun habiendo retroceso en el color del semáforo las clases van, aquí la respuesta fue “el retorno está en veremos”; “según sondeos y encuestas, la mitad quiere y la mitad no quiere, tanto padres de familia como maestros”. Todavía la semana anterior, Huicochea Vázquez manifestó que la vuelta no será forzada sino resultado de un consenso entre padres y madres de familia y los maestros integrados en comités de salud.
Sin embargo, la información que
trascendieron algunos medios de comunicación es que, la SEG, solamente busca armonizar
con la CETEG. Para lograrlo incluso, tuvo que conceder y autorizar plazas a
familiares cercanos de dos dirigentes de esa agrupación sindical, mismos que
fueron denunciados y desconocidos por el resto de sus compañeros.
Obviamente esa no es la vía correcta, pero es por la que las autoridades de
Guerrero optaron siempre. ¿Acaso el Acuerdo Nacional del SNTE para
apoyar y sumarse al regreso a clases, fue posible porque los dirigentes
recibieron algo específico de AMLO? Alfonso Cepeda, en la mañanera, la
razón que expuso fue: reconociendo el esfuerzo para dar certeza laboral a más
de 400 mil trabajadores interinos, que el magisterio fue considerado un sector prioritario
en la vacunación y porque estamos enterados que en otros países, por
la pandemia, hubo despidos mientras que aquí eso no ha ocurrido y tuvimos,
además, aumento salarial en el 2020 y en este año 2021. Al parecer las cosas han cambiado.
Ahora resulta que demuestran más congruencia “los charros” que los maestros “de
lucha” llamados “democráticos”. 
El asunto es que aquí, los que
están por salir tal vez hasta desean adelantar la fecha de toma de posesión
para que los que vienen se encarguen de la problemática del sector educativo. Un
acuerdo mayoritario se promueve; con mayor razón y muchísima dedicación el
consenso. Ni uno ni otro llegan haciendo puras declaraciones. Hay
mecanismos y una estructura que opera el servicio de la SEG: Jefes de
Departamento, Delegados en las regiones, Jefes de Sector, Supervisores de Zona,
Directores de escuela y en cada una de ellas debe haber alguien del comité de
la sociedad de padres familia. No hay señales de que a la estructura y
menos a los padres de familia realmente hayan sido consultado. ¿Para qué? A
ellos hay que darles indicaciones. Suelen decir.  Así, lo único seguro, es el retorno incierto
a clases. A penas ayudará la instrucción reciente del gobernador Héctor
Astudillo. Lamentable que ya no lo acompañen en la misma sintonía.
Álvaro Venegas Sánchez | Columnista
C. LIC. EVELYN SALGADO PINEDA
CANDIDATA A GOBERNADORA DEL ESTADO
Del año 1849 a la fecha, las páginas de la historia guerrerense registrarán 90 mandatarios estatales. Noventa ciudadanos que las circunstancias de su tiempo, concedieron el alto honor de ocupar la gubernatura sea de encargados, interinos o gobernadores constitucionales. El dato quizás parezca irrelevante; refleja, sin embargo, el azaroso peregrinar en 172 años, durante el cual generaciones de guerrerenses, han sufrido y luchado por salir del ostracismo y la marginación.
De 1990 al año en curso, merced a esa ruta crítica, en lugar de seis tuvimos nueve mandatarios. El sexenio de Rubén Figueroa Alcocer por la masacre de Aguas Blancas, culminó con un interinato de tres años; Rogelio Ortega, gobernó un año de interino a causa de la tragedia de los normalistas desaparecidos; y como anécdota irónica, Marcelino Miranda Añorve, por ministerio de ley, fue gobernador un solo día, el 11 de mayo del 2000.
Esfuerzo y lucha en este periodo de tres décadas han sido incesantes. En el 2005, el PRD, partido que entonces representaba a la izquierda, encumbró a Zeferino Torreblanca y luego en el 2010, a Ángel Aguirre Rivero. La tenue luz de esperanza se apagó drásticamente. Aguirre Rivero no concluyó el cuatrienio para el que fue electo dejando un ambiente de caos y agitación. Así, el retorno del PRI fue inevitable. Regresó al poder prometiendo orden y paz con Héctor Astudillo Flores.
Nueva oportunidad. La pandemia del Covid-19 ha impactado en distintos órdenes a nivel mundial. México no es excepción. Ningún gobierno, de ningún país, estaba preparado para soportar un confinamiento social corto y muchos menos prolongado para proteger la salud de la población sin afectar la economía. En la búsqueda de alternativas y aplicación de estrategias, los gobernantes han enfrentado cuestionamientos y reacciones de inconformidad.
México en este sentido, al tener de presidente de la República a un ciudadano sensible porque emergió de la lucha social y como ningún otro personaje político realmente conoce los caminos y la situación socioeconómica de la Nación, ha venido sorteando las dificultades cuidando celosa y escrupulosamente los recursos del erario para atender las necesidades de salud y demás temas prioritarios; sin contratar deuda ni repetir fórmulas que demostraron ineficacia. Sobre todo, está librando un combate frontal contra la corrupción. Andrés Manuel López Obrador, es el presidente que los mexicanos necesitaban y estaban esperando.
Bajo este contexto de cobertura federal y entusiasmo ciudadano para romper ataduras del pasado, las elecciones para cambiar gobernador, legisladores federales y estatales, así como las comunas municipales, constituyen la oportunidad y posibilidad para los candidatos de Morena. Los anhelos sociales de cambio con justicia, por fin, podrían concretarse en el estado de Guerrero.
Retos de la 4T en el ámbito local. En nuestro terruño desde siempre ha habido un pueblo en lucha. La Independencia, la Reforma y Revolución de 1910, sin regateo contaron con la visión y sangre de los mejores ciudadanos. Esa fue la cuota guerrerense, frecuentemente aludida en los discursos, como la gran deuda social que existe para con nuestra patria chica.
Por ello, ante el posible triunfo electoral en esta contienda y la transformación de la vida pública que impulsa el Ejecutivo federal, aquí, requerirán necesariamente de un gobierno que escuche, atienda y encause posibles soluciones tanto a demandas antiguas como las recientes de comunidades, organizaciones sociales, sindicales, y sectores populares. Tiene que ser un gobierno abierto y capaz de actuar con mesura y al mismo tiempo con gran decisión para enfrentar intereses y superar inercias. Comprometido y dispuesto a no repetir formas y vicios de gobiernos anteriores.
La tarea, estimando que dependerá de contar con recursos económicos y aplicarlos observado las normas, el principio de honradez y permanente oficio político, no va ser sencilla. El diagnóstico para sustentar cualquier obra de alto impacto será muy importante; empero el plan estatal de gobierno tendrá que considerar respuestas puntuales a exigencias como las siguientes:
. Justicia para familiares de desaparecidos y apoyo a quienes buscan seres queridos víctimas de la violencia.
. Carencia de base de datos y congestionamiento de personas no identificadas depositadas en los servicios forenses.
. Autorización de nuevos municipios con todo lo que implica en términos de presupuesto.
. Reconocimiento de la Sierra como una región más. El programa de proyectos productivos debe ser acción gubernamental preferente.
. Presencia de ciudadanos armados bajo la figura de Policía Comunitaria.
. Intermediación de líderes y organizaciones acostumbrados a incidir con presión en la gestión pública para que sus propuestas sean tomadas en cuenta.
. Municipios endeudados, con demandas laborales, exceso de personal y manejo discrecional del presupuesto.
. Escaso abastecimiento de agua en la capital del estado y el Puerto de Acapulco junto con problemas financieros propiciados por los comités de administración.
. Solución a demandas con perspectiva de género enarbolados por las mujeres, las que impulsa la comunidad LGBT y de comunidades afro mexicanas.
. Innumerables planteamientos de diversos sectores: estudiantes normalistas y universitarios, Prepas populares, problemas agrarios añejos, promotores culturales, artesanos, desplazados por la violencia, campesinos, etc., cuya solución requiere recursos extraordinarios disponibles.
. Miles de plazas en la SEG acumuladas en gobiernos del PRI sin el debido respaldo financiero, asignación de Claves acordes a la función laboral, excesivo gasto en renta de oficinas alternas.
. Movilizaciones estratégicas de grupos y organizaciones para lograr reconocimiento e interlocución con la finalidad de influir en la agenda de las autoridades.
. Inseguridad y violencia no son fenómenos locales ni exclusivos del estado de Guerrero. Es problema generalizado. Sin embargo, considerando el impacto negativo que tienen y reconociendo que las causas que las generan están en la misma sociedad, además de coordinación de esfuerzos con el gobierno federal, compromiso del gobierno estatal debe ser implementar un plan propio con plazos y programas precisos de cobertura regional y municipal.
Un gobierno democrático, progresista, incluyente, pacífico y transparente, debe ser la diferencia en estos tiempos de transformación de la vida pública. Para ello consultar, procurar inclusión y consensos en asuntos problematizados, servir con apertura y humildad en lugar de arrogancia, sin sesgo político-partidario ni nepotismo, con total transparencia y mandar obedeciendo, debe y tiene que ser la premisa para no defraudar la esperanza.
Estos son algunos desafíos y tareas que tendrá ante sí el primer gobierno emanado del Movimiento de Regeneración Nacional en la entidad. Sería el gobernador número 91 en la historia de Guerrero y mayor mérito tratándose de la primera mujer.
Iguala, Gro., mayo 7 del 2021.
R E S P E T U O S A M E N T E
INTEGRANTES DEL COLECTIVO 21, COMPROMETIDOS CON LA CUARTA TRANSFORMACIÓN DE MÉXICO.
Iguala Guerrero
Álvaro Venegas Sánchez.
Al comenzar cada sexenio o cuando por alguna razón el titular abandona la SEP, tal como ha ocurrido ahora con Esteban Moctezuma Barragán, el magisterio e interesados en la educación se hacen la misma interrogante: ¿quién llegará? Y conocidos nombre y perfil profesional del personaje, al menos los docentes asumen con normalidad que, en lo esencial, será más de lo mismo.
Durante décadas prevaleció tal sensación. Igual fue con la reforma educativa de Enrique Peña Nieto, a pesar del publicitado nuevo modelo educativo. Además, vale recordar, esa reforma sirvió para cancelar conquistas históricas del SNTE y condicionar a evaluaciones la estabilidad laboral.Seis años de agitación y resistencia de la CNTE y, en contraparte, plena colaboración de la dirigencia del SNTE encabezada primero por Juan Díaz de la Torre y luego por Alfonso Cepeda Salas, toparon con la decisión de Andrés Manuel López Obrador de abrogarla una vez tomara posesión de la presidencia de la República. Con ayuda de la mayoría del Congreso cumplió puntualmente. Además, sorprendió al designar de Secretario de Educación no a un político improvisado sino a quien creyó tenía experiencia y podía ayudarle porque conocía patios, oficinas, archivos y el quehacer histórico de la Secretaría. El paso de Esteban Moctezuma por Gobernación, SEDESOL y la Oficialía Mayor de la propia SEP eran garantía de superar los entuertos.
Dos años al frente de la SEP acreditaron su desempeño y, el presidente ha reiterado su confianza enviándolo de embajador a Washington, la representación diplomática más importante del país. El inicio (diciembre 2018) implicó retos merced a reformas necesarias en la legislación para sustentar los cambios en el terreno educativo junto con la herencia de conflictos y demandas, consecuencia de la normativa anterior. El segundo año (2020) la inesperada pandemia del Covid-19, puso a prueba la capacidad de improvisación al implementar la modalidad Aprende en Casa 1, para no suspender ni paralizar totalmente el proceso de enseñanza en la educación básica. No era ni es la mejor alternativa, pero ante circunstancias de emergencia sanitaria no había otra recomendable. Excepto decretar la suspensión de clases hasta nuevo aviso. Medida que, por cierto, adoptaron gobiernos de algunas naciones.López Obrador, para la vacante del ahora embajador, seguramente desechó a expertos de renombre. Por supuesto sí hay intelectuales, investigadores educativos y académicos que brillan; simpatizantes y declarados morenistas. Prefirió simplemente una maestra. Alguien que, se habría enterado, sabe lo que significa tener la responsabilidad de atender un grupo de alumnos en el aula; que conoce la verdad de los diagnósticos oficiales de la educación no por haberlos elaborado sino porque ha vivido las incidencias. Tal vez llegó con la debilidad de desconocer la dimensión del aparato administrativo de la SEP. En cambio, sabe las mortificaciones del docente, los desafíos para adaptarse, transmitir, comunicar, convivir en el salón, la escuela, con los padres y madres de familia y el entorno social. Y esto precisamente esperaron siempre las y los maestros para sentirse comprendido en la tarea de ser primer soporte de la política educativa que no diseña el magisterio.
Aquellos que nada más esperan ver qué hace AMLO para soltar críticas destructivas, reprocharon valorara el perfil político y no lo técnico; que el nombramiento sea para proyectar a la maestra como candidata a la gubernatura del Estado de México, porque esa entidad es determinante para que cualquier partido o coalición de partidos conserve o pierda la elección presidencial en 2024. Claro, hay quienes se consumen pensando en elecciones. Porque les fue mal, o bien y quieren algo mejor. Es comprensible y legítimo. Cada quien sus intereses; de allí que no duerman tranquilos imaginando quién o qué podría estropear cálculos electorales.Para retomar el punto, cito un parrafito muy apropiado del artículo EL FIN DE LAS IDEOLOGÍAS y el inicio del pragmatismo cínico, de Elisur Arteaga Nava columnista de Proceso, publicado en el No. 2306: “Los panistas no tienen cara para protestar por el nombramiento de la profesora Delfina, ni los priistas autoridad para censurarlo. Ambos tomaron la Secretaría de Educación Pública como parte del botín político, como un puesto burocrático más. Josefina Vázquez Mota no era ni es una intelectual. Aurelio Nuño apenas sabía “ler” y escribir”. Bueno, agrego, Josefina Vázquez Mota (actual Senadora) no es intelectual; pero escribió un libro: DIOS MIO, HAZME VIUDA POR FAVOR.
Obviamente aun cuando la educación quedó anquilosada en el esquema del siglo XX porque no fue prioridad de sexenios consecutivos, con la maestra hay expectativas de que, en lo que resta de este periodo y siempre y cuando las clases presenciales reanuden en forma generalizada por lo menos en septiembre, pueda haber mayor acercamiento entre comunidades educativas y autoridad. Que será sensible y sabrá convocar con emoción a cumplir el compromiso educativo, sin la frialdad y el aire de la autoridad encerrada en la adustez; no sólo atenta y al alcance de las dirigencias sindicales marcándole agenda para negociaciones de orden laboral. Las consecuencias de la pandemia, son diversas y difíciles de abarcar para su atención en tiempo breve. Va requerir gran disposición y voluntad del magisterio, padres de familia y autoridades de todos los niveles. Bastante habrá que hacer para superar el rezago que de por sí ya existía y que ha profundizado la desigualdad entre los niños y jóvenes. Y para eso, qué bueno que al frente se encuentre la maestra Delfina Gómez Álvarez.
Iguala, Gro., marzo 8 del 2021.
DON JUAN EVANGELISTA SALGADO GONZÁLES “TECUANI HUEHUENTSI” (Jaguar viejito)
A los obradoristas, cayó como
agua helada la repentina petición de Elena Poniatowska. En tono y forma de adversaria
furibunda, pidió al presidente de la República que ya pare sus conferencias matutinas.
Pregunta si no se da cuenta que se expone así mismo, tiene al borde del
hartazgo a los mexicanos y es un abuso que los periodistas tengan que desvelarse
para estar a la siete de mañana en Palacio Nacional para hacer preguntas a modo.
Con palabras más o palabras menos, la respetable y apreciada escritora formuló
su exigencia. ¿Simple mal humor pasajero u opinión de verdad? Quien sabe, pero qué
maravilla; prestó un servicio excelente a los que se oponen al gobierno de la
4T.
En las redes sociales, era de esperarse, fue diferente. Los seguidores de AMLO no perdonaron que a estas alturas termine sumándose a los que lo atacan y exigen suspender las mañaneras. Para contener la tendencia de aquellos que aprovecharon el dislate, en uso de la libertad de expresión la cuestionaron sin contemplaciones. Defendieron con argumentos y de paso la llamaron Denise Poniatowska y Carmen Poniatowska Aristegui.
En referencia a la crítica permanente de la columnista de la revista
Proceso y la supuesta deslealtad de Carmen Aristegui; quien, despedida de su
programa de radio por la información que puso al descubierto la existencia de La
Casa Blanca, de Peña Nieto y Angélica Rivera, regresó, (dijeron) gracias a la
intervención de Obrador. Claro, entre los fans también hubo llamados a
la tolerancia; a comprender y reconocer que, “entre el presidente y Elenita, de
seguro existen entendimiento y fuertes lazos de aprecio mutuo”.
¿Disgustan las mañaneras? Es probable. Mi experiencia personal es que no aguanto verlas todo el tiempo cuando un periodista hace preguntas hechas el día anterior o han hecho otros varias veces y hacen caer al presidente en respuestas ampliadas, pero igualmente repetitivas. El ambiente se vicia.
Enfada que un reportero pregunte y quiera
le contesten como él quiere y no como el mandatario considera. En
ocasiones, por momentos, parece más una asamblea sin moderador que una conferencia
de prensa; interrumpen de forma grosera al presidente y hacen diálogo sobre las
respuestas. Ha habido días en que la mañanera la lleva un solo reportero o
reportera, porque quieren informe de todo. Sobre el tema de salud, dispusieron
un horario especial por la tarde con el doctor López-Gatell y otros doctores en
el mismo lugar. Sin embargo, prefieren cuestionar al presidente en la mañana. Seguro
no agrada el estilo de Gatell porque suele tratar de evitar repetir información:
“bueno eso ya lo explicamos, pero con todo gusto lo vuelvo a explicar”; y esta
forma respetuosa y decente quizás no les gusta. 
Es una pena que a Elena
Poniatowska las conferencias mañaneras le hayan causado aburrimiento; pero de
eso a que sean inútiles o tengan fines aviesos para la armonía, la conciliación
y el bien del país, hay una enorme diferencia. Al final ¿cómo podría AMLO armonizar
y conciliar con activos personajes políticos que defienden intereses particulares
y el pasado de privilegios para pocos? ¿Qué podría ofrecer para sumarlos y tenerlos
contentos sin trastocar el proyecto de transformación que está impulsando y por
el cual ha luchado toda la vida?
Las voces de todos los que rechazan sus políticas ni duda cabe, avalan y comparten la opinión de Denise Dresser. Para ella, “la mañanera será muchas cosas, pero no es una conferencia de prensa, es una simulación. López Obrador la usa para acusar sin pruebas, para atacar a periodistas y a medios de comunicación. No es un ejemplo de transparencia democrática, es un abuso de poder. No es un foro para la rendición de cuentas, es una misa. No es ejercicio circular de información, sino de genuflexión (sumisión, adoración).
No se informa, se recluta. No se
presenta un panorama honesto del país y de quien lo gobierna, se rinde
pleitesía”. (En fin, según Dresser) “la mañanera constituye un ejemplo de
propaganda para defender al gobierno y denostar a la oposición”. 
Por eso cada día, cuando el
presidente se refiere a los conservadores, aunque no mencione a nadie por el
nombre ni estén a la vista, se sienten aludidos, ofuscados. Creo que Elena
Poniatowska no pertenece a esa especie. Confiemos en que va reivindicarse. Los
defensores de la 4T y de la figura presidencial sólo tienen que respetar el
derecho de libertad de expresión. Es y debe ser esencial en la transformación
que anhelamos los mexicanos. 
Iguala, Gro., 25 de
enero del 2021.
YOUTUBE
https://www.youtube.com/c/AmilcarVenegasCisneros
Lo que me tiene aquí, escribiéndote, es una extraña mezcla de discrepancia y admiración, de afinidad y desencuentro, con la que llevo cargando, incómoda, varios meses y que acaso, al poner por escrito, se aligere de algún modo y hasta sirva de algo.
Empiezo con una confesión que quizás intuyas ya, después de los quince años que llevamos haciendo entrevistas, grabadora de por medio, las cuales, con el tiempo, sin embargo, se han vuelto conversaciones de horas y horas, en las que vamos y venimos de un tema a otro: la sobrevida del muralismo; el papel de los museos en la actualidad; el problema del estilo; la idea de vanguardia; el rol que debe jugar el Estado frente a la cultura y si es posible imaginar o desear una cultura sin Estado; el boom del arte mexicano de los noventa; la función del azar en tu trabajo; la importancia de la crítica; tu amor por Borges, etcétera. A ratos, necios los dos, podemos rebatir con vehemencia el argumento del otro, pero sólo para, después, abrir otras líneas de diálogo y oír música (Glenn Gould tocando las Variaciones Goldberg, por ejemplo) y todo esto en medio de un aprendizaje, para mí, incalculable —algo que valoro como pocas cosas.
La historia del arte que se enseña en México, o por lo menos la que me tocó estudiar a mí, termina en 1950. Después de esa fecha, según mis maestros, patidifusos ante cualquier esfuerzo posterior, lo que seguía era un desierto, regado esporádicamente por espejismos que sólo las personas triviales y ofuscadas podían apreciar. Desde luego que eso consiguió que dejara la escuela con tan pocas herramientas y sensibilidad para acercarme a lo que estaban produciendo mis coetáneos que mis primeros textos parecían escritos, no por una joven de 23 años, sino por una viejita amargada a la que enfurecía no poder anclar esos esfuerzos —meras ocurrencias, me parecían entonces— en la quietud de la historia del arte antiguo. Y así me mantuve, terca, refunfuñando, hasta que me topé con tu obra temprana.
Imagino que habrá quienes estén lo suficientemente espabilados como para convivir con el trabajo de sus contemporáneos sin el menor asomo de duda o incomodidad. Como los niños pequeños de hoy que pasean sus deditos por las pantallas de los celulares como si fuera lo más normal del mundo (tanto, que incluso algunos intentan accionar la vista de la ventana con el mismo método —cosa que sucederá tarde o temprano, porque ellos así lo harán posible). Hay mucha gente, pues, que no necesita pasar por ese umbral del estupor para salir transformada. Yo sí. Me tuvo que pasar algo en el camino que me sacudiera el polvo que ya venía acumulando sobre la cabeza, y ese algo fue encontrarme con tu trabajo. En una entrevista que hicimos en 2011, me dijiste que sentías que tus obras eran “como máquinas que no traen instrucciones de manejo; no cabe duda de que funcionan, pero hay que averiguar cómo”. Digamos que esa fue mi epifanía: de pronto supe cómo. Y su funcionamiento me asombró a tal punto que necesité ver más. Por si fuera poco, pronto descubrí que la llave que abría tu obra, servía también para abrir la de otros. Y así fui quedando encandilada con el arte de mi tiempo.
Lo que me pareció, y me sigue pareciendo, fascinante de tu trabajo era que tenía la gracia y el misterio de la vida misma, sin necesidad de recurrir al rebuscamiento del arte, a sus entresijos. Se trataba de gestos mínimos que daban a las cosas la encantadora extrañeza que proviene de la suma, diría Walter Benjamin, de la ausencia total de intención y la intencionalidad más absoluta. Como ese colchón abandonado en una acera —Futon Homeless, 1992—, al que tú le viste cara de escultura, no por ser simplemente una masa, que lo era, sino por cómo estaba enrollado sobre sí mismo, al punto de desafiar por entero la idea de colchón como objeto que se usa para dormir, y convertirse así en una especie de involuntario Henry Moore, dejado a su suerte en una calle de Nueva York. O esa otra escultura esparcida a lo largo de una calle completa, Home Run, en la que los vecinos de la cuadra, en complicidad contigo, colocaban cada mañana en el alféizar de sus ventanas una naranja fresca, para generar entre todos una composición rítmica y alargada que sólo el peatón atento podía descubrir a su paso. De esa acción colectiva matutina sólo quedan hoy algunas fotografías que dan cuenta a un tiempo del riesgo (la sutileza es tal que raya en lo intangible) y de la eficacia de la instalación: cuando por fin se la ve, el efecto es sorprendente, aunque se trate de unas simples naranjas. O porque lo son, precisamente, pues cuando una naranja deja de ser fruta para volverse forma puede entonces actuar desde un lugar en el que su mera presencia asombra —o conmueve o divierte o intriga; a ese lugar lo llamamos desde hace siglos arte. Como me lo explicaste en una conversación que sostuvimos hace muchos años, algunas de tus piezas “aunque sean pequeñas, dejan una estela de significado, que actúa exactamente igual que una estela en el mar, que de pronto parece que se pierde, pero nunca del todo, algo de ella se queda ahí, en el horizonte”. Y en la memoria, añadiría ahora yo.
Desde entonces he seguido tu carrera con un interés inagotable, siempre dispuesta a dejarme aturdir o maravillar o lo que sea que puedan producirme tus búsquedas. Casi todas las veces encuentro la manera de escapar de mis propios prejuicios y asumir una postura abierta frente a aquello que estás planteando, incluso cuando de entrada pueda parecerme chocante, como el Oroxxo reciente, del que hablamos en su momento, y te expliqué que habiendo crecido con unos papás jipis, que me alejaron todo lo que pudieron de la televisión y la Coca-Cola, me resultaba poco apetecible entrar de lleno en ese territorio de marcas vistosas y tiránicas. Después entendí que se trataba de una disertación sobre la pintura actual, o así lo acomodé en mi cabeza, y entonces pude aproximarme desde otro lugar al proyecto.
Eso es lo que he intentado siempre: ir al fondo, pensar en qué podrías estar queriendo decirnos. Hasta hoy. Ay. Por primera vez, una decisión tuya me coloca del otro lado de un muro que simplemente no puedo escalar ni bordear. No he conseguido entender por qué querrías meterte en esa camisa de once varas que es el proyecto del Complejo Cultural del Bosque de Chapultepec. O, mejor dicho, entiendo que lo puedas ver como un desafío, tal vez el más grande que has enfrentado, y que te entusiasme poner tus conocimientos y tu inventiva al servicio de algo así de importante. A la vez, me queda claro que es un reto que te permite ponerte, como te gusta, “en una situación de principiante o de estar en el origen de algo”, pues, según me has dicho, eso es lo que te “mantiene intrigado” frente a tu propio trabajo. En tus palabras, la originalidad no es otra cosa que “empezar cada vez de cero, y siempre con consecuencias impredecibles”. Así llevaste a cabo, por ejemplo, el diseño de tu casa en la playa, sin ser arquitecto, o el del jardín de la galería South London, sin ser paisajista. Y ahora, supongo, te propones con ese mismo ánimo llevar a cabo esta obra mayúscula, que te ha comisionado ni más ni menos que el presidente de la República.
Entonces, puedo entender que, como artista, te interese resolver tamaño problema, en el sentido de situación desconocida cuya respuesta, si la hay, debe encontrarse por medio de la experimentación. Imagino que por eso es que sigues, y contigo el Taller Chapultepec, trabajando en el plan maestro, porque muchas de las soluciones no pueden aparecer sino sobre la marcha, en un proceso, como los cientos por los que has atravesado, donde sólo al entrar en la materia se pueden dilucidar sus posibilidades y límites. Entiendo, así, que lo quieras ver como una obra tuya, que atiende únicamente a preocupaciones, casi podríamos decir, estéticas, y que te sientas muy atraído por la idea de trabajar con toda libertad, imaginando sin ataduras ese territorio —condensado ahora en una fabulosa maqueta que vemos por aquí y por allá— que podría convertirse en algo parecido a una inmensidad de árboles y plantas de todo tipo; de agua cristalina que baja por las cañadas, como lo hacía antiguamente; de puentes fabulosos que se elevan por encima del mundanal ruido para llevarnos a un espacio apacible, donde pabellones de temas variados nos esperan para ampliar nuestros horizontes acerca de lo que puede ser, hoy, un museo.
En fin, todo esto lo puedo entender muy bien como estudiosa del arte; no obstante, como ciudadana e integrante de la comunidad cultural —sé que odias las generalizaciones, pero sabes de lo que hablo— me parece un despropósito, porque no se trata de una propuesta que ocurra al margen de todo lo demás que está pasando en el país, abstraída del estado actual de las cosas, como si fuera una burbuja flotando en el espacio de las buenas intenciones artísticas, sino que, desde luego, su suerte está entremezclada con lo que estamos viviendo. Y no tengo que decirte que lo que estamos viviendo es espantoso.

Fuente: Gobierno CDMX, fotografía de la ciudad de México desde el aire.
Intenté explicarte lo que pienso en el Zoom que tuvimos hace unas semanas y creo que fracasé. Por eso aquí ensayaré un argumento. O varios.
No me voy a extender en lo que muchos han señalado ya acerca de “Chapultepec, Naturaleza y Cultura”: que no es realista (si todas las instituciones culturales están hoy al borde del colapso, por malas decisiones y falta de recursos, ¿por qué este proyecto habría de correr con mejor suerte?) y sí centralista (alejándose así de la gran promesa de este gobierno en materia cultural: dejar el centro para atender al resto del territorio, históricamente desfasado) y muy reiterativo (no se entiende que se elija la zona, no de la ciudad, del país entero, con una mayor concentración de espacios culturales para poner ahí más espacios culturales, algunos incluso dedicados al mismo asunto: el teatro, el arte contemporáneo…).
Con todo eso estoy de acuerdo en alguna medida, pero hay otro enfoque que me interesa más. Digamos que el problema no está en el proyecto mismo, del cual sabemos poco, pero con eso ya es suficiente para suponer que traerá algunas mejoras a la vida de la Ciudad de México. Puedo imaginarme, perfectamente, un futuro donde existe un Chapultepec que me gusta todavía más que el que tenemos ahora. Uno más frondoso, mejor conectado, con más áreas útiles e, incluso, algunos recintos culturales que se antoja visitar de vez en cuando —otros, tengo que decirlo, me resultan completamente faltos de interés.
Pero, la verdad, también puedo pensar en otro futuro donde ese Chapultepec no existe y no lo echo para nada en falta. Y, en cambio, ya estoy empezando a extrañar la vida cultural que solíamos tener en esta ciudad y en este país, y que estoy viendo desvanecerse, entre la pandemia y un gobierno dado a desmantelar, sin razonamiento alguno de por medio, instituciones y proyectos que mal que bien funcionaban. Teatros agonizantes; museos con goteras o sin focos; oficinas con presupuestos raquíticos, con los que no se puede aspirar a llevar a cabo nada medianamente decente; apoyos al trabajo artístico que ya no existen y que estimulaban con gran tino la labor que de todos modos se hace, pero que entonces se podía hacer con más holgura; desempleo generalizado; los ánimos de la comunidad por los suelos.
¿Crees que exagero? Te pongo un ejemplo, el más reciente, pero para nada el único: el 23 de diciembre pasado, cuando la Fonoteca Nacional notificó a sus trabajadores que debido a un recorte del 80% del presupuesto no podrían renovar los contratos de la mayoría de los empleados adscritos al Capítulo 3000 (esa modalidad terrorífica que permite no abrir más plazas fijas, sino contratar sólo a trabajadores temporales, por honorarios y sin prestaciones de ley). Como en un lúgubre cuento de Navidad, les desearon felices fiestas y les dieron las gracias, según contó uno de los afectados. Esto es, cerca de cien personas que en lugar de regalos, o pavo o por lo menos alguna tranquilidad, recibieron la noticia de que su futuro había quedado desbaratado en un segundo. En plena pandemia. En la Fonoteca suelen trabajar 120 personas, de las cuales sólo 27 tienen contratos permanentes. Esto quiere decir que, de despedir a los otros 93, la institución tendrá que operar con el 22.5 % del personal. O sea, no va a operar. Así las cosas, ya empezamos a ver que ese va a ser el modus operandi dentro de la Secretaría de Cultura: extinguir, junto a los fideicomisos, los trabajos de la gente, la labor de los colectivos, las actividades artísticas, a las que busca suplantar con remedos populistas (pienso, por ejemplo, en el malogrado programa Cultura Comunitaria, que no era comunitario ni era nada; pero también, me temo, en el propio Chapultepec, al que las autoridades sin duda aprecian por lo que, de hecho, ya es: un espacio recreativo visitado por miles de personas cada fin de semana).
Es increíble, pero los meses de confinamiento parecen haberle revelado al gobierno una triste realidad: no pasa nada si los espacios de la cultura cierran; si no hay exposiciones, si no hay funciones de teatro, lecturas de poesía. El mundo no se acaba. Y, en efecto, no se acaba de golpe, como si cayera una bomba atómica, pero, y esto claramente el gobierno parece no saberlo, se va acabando de a poco. No sólo es la gente que se ha quedado sin su sustento principal. También sucede que el mundo pierde sustancia, se encoge. ¿Y cómo es posible, entonces, que un gobierno pueda decidir algo tan inaudito y tajante como desentenderse de la cultura, desampararla sin más?
Es posible, por dos razones. La primera tiene que ver con la certeza de que las comunidades del arte y la cultura encontrarán una manera, cada vez más precaria y marginal, de subsistir, porque así lo han logrado hasta ahora. Y, la segunda, es la de siempre (lo cual, para un gobierno que insiste en que “no son lo mismo” que las pasadas administraciones, es deplorable): la definición de cultura que se tiene es más pequeña que la cabeza de un alfiler, y nace de una idea profundamente equivocada. Nuestros políticos siguen sin entenderlo: la cultura no la hacen ellos; la cultura no se distribuye, no se conduce y ni siquiera realmente se administra; si acaso se le puede acompañar, reforzando la infraestructura para que ésta pueda suceder y desarrollarse libremente. Alguien que a lo mejor ha ido al teatro una vez en la vida, que rara vez se ha parado en un museo o leído un libro de poesía, y que ni siquiera sabe que existe el arte contemporáneo, esa persona, pues, no puede llegar y decir, desde las alturas: esto es lo prioritario, esto es la cultura. Y todo lo demás puede morir de inanición. Digo, claramente puede hacerlo, pero no deberíamos permitírselo.
La posibilidad de que ciertas expresiones empiecen a estar vetadas —por ejemplo, tirando línea acerca de quién merece y quién no una beca— es alarmante. Y ese es el futuro que, me temo, parece estar a la vuelta de la esquina. Pues es como si nuestras autoridades desearan que la pandemia —la cual, recordemos, les vino “como anillo al dedo”— continuara por siempre y nunca volviéramos a algo ni remotamente parecido a lo que teníamos antes. Al revés, que toda un área de la vida quedara congelada para que ellos no tuvieran que poner un centavo en eso. Esa es la transformación que parecen traer entre manos. Escalofriante. Y ahí estás tú, mi artista admirado.
Tu proyecto se ha vuelto la pieza central de ese plan que, literalmente, viene recortando, a cada tanto, maneras de entender el arte y la cultura que, para este gobierno de buenos y malos, claramente no encajan; es más, estorban. Ese es el mensaje que se manda una y otra vez: todo lo que se hacía antes es corrupto y está alejado del buen propósito (que, en términos artísticos, cabe suponer que sería algo así como volver al muralismo más doctrinal). Y en ese balance, reiterado una y otra vez en las mañaneras, lo único que se salva es lo que el presidente dice. Y dice Chapultepec. Y, con ese simple gesto, el presupuesto de la Secretaría de Cultura se reordena, de manera insólita, para entregarle a esta obra, que paradójicamente es más urbanística que cultural, el 25% de sus recursos anuales, en medio de la desolación —“austeridad”, le llaman— que mantiene al gremio oprimido.
La primera vez que te entrevisté acababas de hacer Mátrix móvil, la ballena de la Biblioteca Vasconcelos. Entonces te pregunté por qué habías aceptado tal encargo presidencial, cuando se trataba de un proyecto polémico, al que, por cierto, se había opuesto ampliamente la comunidad cultural, y el cual parecía colocarte en el sitio incómodo del artista “oficial”. Te recuerdo lo que respondiste:
Tomé la decisión con toda honestidad. En el momento en el que fui a ver el edificio y surgió la idea de la ballena, pensé que valía la pena intentarlo, por encima de la coyuntura política. Hay momentos en que un artista tiene que pensar su obra –y yo trato de pensarla siempre así- más allá de lo circunstancial. Un artista debe ponerse siempre por encima de la grilla y de la comidilla local. Nunca nada de esto me ha hecho titubear; ni dependo de ello para trabajar. Me tomé la libertad de decir que sí, porque la idea era buena y el edificio de Kalach también. Al margen de la polémica, pero con plena conciencia de ella, me pareció que era importante intentar una obra de arte público en un momento como éste en México.
Me pregunto si hoy me dirías lo mismo. ¿Te atreverías a afirmar que este es un momento en que se puede, tranquilamente, pensar una obra pública “más allá de lo circunstancial”? No lo sé. Lo que sí sé es que esta es y no es tu obra. La ballena aparece suspendida en el centro de la biblioteca, pero bien podría estar en cualquier otro lugar, en un museo, en una casa. Es una pieza suelta, tuya, maravillosa. Chapultepec es una apuesta gigantesca, con muchas voces sonando, lo cual lo vuelve un proyecto confuso, donde ideas buenas, o buenísimas, se mezclan con otras pésimas, equivocadas, torpes. Eso que imaginas y que, conociéndote, ha de ser extraordinario, no es más que un sueño que otros terminarán robándose y haciendo añicos. Ya lo dijo la subsecretaria de Desarrollo Cultural, Marina Núñez Bespalova: “[Orozco] es el dueño del concepto. Eso no quiere decir que el concepto es lo que se vaya a llevar a cabo”. Visto así, puedo imaginarme que acabarán imponiendo la esperada fábula oficialista que ya anticipan los distintos pabellones anunciados (el maíz, el cardenismo, la defensa nacional, las luchas de oposición… ¿qué tiene que ver todo ese relato contigo?). A pesar de todo esto, tú serás reconocido como autor de lo que sea que acabe por hacerse. Y, lo que es peor, al ser el único proyecto cultural con el cual el gobierno se muestra comprometido, mientras todo lo demás cae por la borda, me temo que eso te convierte esta vez, más que en el artista oficial, en el único, el bueno, el que pone el ejemplo y trabaja sin cobrar, como si todos los demás pudieran, y debieran, hacerlo. Díselo a los trabajadores de la Fonoteca Nacional, uno de los cuales advirtió, por cierto, en un reportaje reciente, que “cuando entreguen el Proyecto Chapultepec, acuérdense de que fue a costa de miles de familias y de miles de proyectos culturales”.
¿Sabes lo que veo? Un país precario, adolorido, jaloneado por fuerzas encontradas; por un lado, la inercia que lo mantiene sumido en la violencia, cada vez más empobrecido, con un futuro que es casi pura sombra, y, por otro, el afán transformador de este presidente, que si bien parecía tener claro el diagnóstico, ha tomado decisiones lastimosamente equivocadas en un montón de temas, lo cual nos tiene cada vez más contra las cuerdas. Veo una comunidad cultural desahuciada, pidiendo ayuda a gritos. Veo cómo languidece esa idea que muchos teníamos, y que tú compartías, acerca del papel, crucial, que debe jugar el arte contemporáneo en el mundo actual. Y veo, finalmente, un proyecto que conforme se agrava la crisis económica que está hundiendo al sector cultural, luce cada vez menos necesario y deseable. Este no es el momento para llevar a cabo una obra que podría ser hermosa si no estuviera profundamente fuera de lugar: ostentosa para los tiempos que vivimos; desconectada de este presente atribulado; sus virtudes diluyéndose frente a sus enormes privilegios. Diré una barbaridad, pero pienso que lo mejor sería desistir y dejarla así, en el papel, utópica, lista para ser construida cuando este sea otro país. Pero seguro que tú ves otras cosas, Gabriel. Me gustaría saber cuáles son.
María Minera
Crítica y activista cultural.