Álvaro Venegas Sánchez.
Personajes no muy conocidos por
la gente del pueblo, por el populacho, pero bastante comunes y, sobre todo, apreciados
por cierta élite política y empresarial, acaban de definir su participación en
la próxima contienda político-electoral. Escritores, ex servidores públicos,
académicos y periodistas adversos a Morena y especialmente a López Obrador,
acuerpados en un pronunciamiento que dieron a conocer el 15 de julio, convocan
a conformar una alianza o frente opositor para quitar la mayoría de diputados
afines al presidente de la República, recuperar el poder de contrapeso que,
dicen, ha perdido el Legislativo y defender la democracia.
El llamado, en este pésimo momento
para la ciudadanía debido a la pandemia y sus repercusiones, cayó como un
ventilador; inyectó aire fresco a los partidos que gobernaron y fueron
desplazados en las elecciones del 2018. Con este arrojo, son grandes las
perspectivas que se abren para los treinta firmantes del desplegado. El
PRI, PAN y el PRD, de inmediato reaccionaron y no cabe duda, van a cobijar y aprovechar
a los que, de por sí, son y sienten empáticos a su ideología. Consecuentemente,
en la próxima legislatura, podrían verse algunos de ellos ocupando una curul y
haciendo uso de la máxima tribuna. Plantearían sus acostumbradas
consideraciones desde sus trincheras personales; pero lo harían frente a sus
pares, que tendrán oportunidad de interpelarlos contra argumentando en vivo o,
al menos, de forma virtual si continuaran medidas que limiten por precaución
sanitaria.
Sin excepción, todos aportaría
mucho al debate para convencer de que México le conviene, necesita y debe
volver a las formas políticas y económicas de antes del 2019. Regresar al presidencialismo en el que,
habiendo tres poderes (Ejecutivo, Legislativo y Judicial), palabra y decisión
del presidente de la República tenían que acatarse; porque finalmente era el
mandamás. Volver a la socorrida práctica del endeudamiento para enfrentar
las crisis por desastres, salvando siempre a los de arriba y escamotear
recursos para fines distintos en beneficio de servidores públicos corruptos. Retomar
la gestión pidiendo “moches” económicos o políticos, a través de los
representantes populares. A desempolvar la política de hacer guardaditos
mediante “partidas secretas” y fideicomisos sin reglas o con reglas
laxas de operación. Retornar a la ocurrente idea de Promover México a nivel
mundial, con instancias paralelas a las Embajadas y todo un ejército de recomendados
pagados con dinero público, etcétera.
Nada más y nada menos es lo que pretenden.
Por demás, están puestos y dispuestos a reivindicar esa institucionalidad
democrática de arrogancia, dispendio, impunidad, fraudes electorales, evasión
fiscal, exclusión, persecución política, nepotismo, represión, de no ver ni
escuchar reclamos sociales; y en la cual, basta recordar la crudeza de las
palabras de Emilio Gamboa Patrón, “aquí en el Senado, violamos la Constitución
todos días”. Pues qué curioso. Esa Institucionalidad democrática,
repleta de casos de simulación, que los propios intelectuales en algún momento
comentaron y un escritor de renombre, Mario Vargas Llosa, acertadamente calificó
de “dictadura Perfecta, es la que añoran y para ello convocan a luchar para
restablecerla. No soportan la nostalgia porque, con las nuevas
circunstancias, merced a la 4T, sienten un ambiente raro y seguramente han
perdido privilegios; su servicio no es necesaria y menos imprescindible; como
en cierto modo fue en gobiernos anteriores sin importar emanaran del PRI o del
PAN.
Enrique Krauze, Jorge Castañeda,
Héctor Aguilar Camín, Agustín Bazave, Javier Sicilia, Ángeles Mastretta, están
entre los que signaron el documento. Un servidor no los descalifica. Mi
eclecticismo, me ha llevado a leer sus libros y/o artículos periodísticos. Y
honestamente, en ellos, creo haber encontrado información y razonamientos
diferentes, pero mejores respecto a los que escriben para el denuesto de sus
rivales y la simple descalificación de consideraciones y propuestas distintas a
las suyas. Por supuesto, después de analizar elementos, siento
enriquecido mi acervo; pero he tenido, creo, criterio suficiente para no casarme
con ideas políticas de alguien en particular.
Por ejemplo, no puedo negar el
impacto de las producciones CLÍO, Letras Libres y Biografías del Poder,
vinculadas a Krauze. De él, los últimos libros que recuerdo haber leído
son Tiempo Contado, porque me atrapó aquello: “Mientras la sociedad
busca la democracia el sistema se resiste al cambio”, que tendría aplicación
actual; y Mitos y Realidades, que igual aplicaría ante la creencia de que hay
intelectuales infalibles. Jorge G. Castañeda, su
biografía registra que estuvo afiliado al PCM y colaboró en el El Machete.
De él citaría varios textos, pero al momento vienen a mi mente Mañana o Pasado,
El Narco: la guerra fallida y Sólo así. De Agustín Basave, MEXICANIDAD y
esquizofrenia. De Aguilar Camín, La guerra de Galio y Adiós a los padres. De
Ángeles Mastretta, no olvidaría Arráncame la Vida, libro que, incluso, leyeron
varios de mis alumnos de preparatoria. Por ello, pienso, aportarían al debate.
Claro, estarían en desventaja; porque lo suyo es opinar desde una aparente
neutralidad.
Iguala, Gro., 20 de
julio del 2020.